lunes, 21 de septiembre de 2009

Nuevas necesidades, Viejas carencias


NUEVAS NECESIDADES

VIEJAS CARENCIAS1

Vivimos una época convulsa, grandes cambios se están dando en un mundo cada vez más complejo. Se trata de un tiempo en el que numerosas crisis se están agudizando, ya que los excesos de acciones pasadas, y presentes, empiezan a desequilibrar nuestro modo de vivir.

Aunque en los medios de comunicación se limiten casi únicamente a hablar de la crisis del sistema financiero, la verdad es que son muchas “Las Crisis” que vivimos. Pero estas crisis tienen todas de un mismo origen, mucho más profundo de lo que se considera a nivel mediático. Este fondo común no es otro que el modelo de humanidad que tenemos, es decir, el modelo de vida y de desarrollo humano al que apuntamos. Dicho patrón se muestra insostenible, tal y como los problemas que ahora se agudizan nos muestran.

Occidente ha impuesto guerras de exterminio, la explotación tecnológica de los recursos naturales y el trabajo forzoso del ser humano al resto de las civilizaciones, a las cuales hemos mal denominado “tercer mundo”. El éxito materialista de Occidente ha sido impuesto al resto de las culturas, las cuales han de ser rápidamente traídas al mundo, teóricamente, “primero” y “civilizado”. Todo esto se ha llevado a cabo a través de la deshumanización de los saberes, ya que se limitan a problemas de «rendimiento», «rentabilidad», «producción», «consumo», «técnicas de gestión» o «publicidad». El conocimiento humano ha provocado que el sujeto quede «disuelto»2 en el saber, ya que el conocimiento ha sido concebido como medio y como fin. Es por esto que la civilización ha dejado de preocuparse por las personas para hacerlo sólo por el desarrollo. En este modelo de desarrollo es donde se origina lo que hoy día estamos padeciendo, éste es el origen y modelo de las crisis que hoy se patentizan. Tal y como Gilbert Durand mismo afirma:


El «moderno», el orgulloso mundo moderno, no habrá sido más que un pliegue en la superficie de la humanidad, y un pliegue que se desvanecerá bajo pena de muerte de la especie, porque ha realizado las condiciones de la muerte de la especie”3.


Pero no hay que ser extremadamente alarmistas, ya que las crisis si se aprovechan pueden ser origen de cambios positivos y nuevas oportunidades. Y a pesar de que, como hemos dicho, las crisis no son nuevas hay algo novedoso: la creciente voluntad de cambio de las sociedades. Se trata de un voluntad global de las personas que buscan un cambio, y para que ese deseo se lleve a cabo es también necesario un cambio en el saber humano tal y como apunta Gilbert Durand.

En este sentido hemos de constatar, tal y como la historia lo demuestra, que el peso de cada saber4 ha sido muy distinto según los momentos históricos. La humanidad5 ha valorado más unos conocimientos que otros según la época histórica, pero en nuestra época disponemos de las condiciones adecuadas para que aprehendamos a valorar todo el conocimiento por igual. Es el momento de ser conscientes de que el saber es plural y de que todos sus aspectos tienen el mismo peso y valor, que sólo todos trabajando en conjunto pueden ser la base y el camino del cambio que ésta época reclama. Por ello hay que reequilibrar la balanza y lograr que lo común y generalmente conocido como ciencias y como humanidades vayan de la mano, es decir, que tengan el mismo peso y valor. Para que así ese deseo de cambio que las sociedades reclaman se lleve a cabo, siempre a través del trabajo conjunto de todos los saberes y personas. Sólo de este modo todo el mundo podrá aportar, por el bien común, lo que sabe.

Es de vital importancia, en este momento en el que lo problemas antes latentes se han hecho patentes, valorar la utilidad de los saberes con otras miras, ya que sólo en la medida en que lo hagamos conseguiremos dar respuestas satisfactorias a los problemas que nos acucian.

1La gran parte de la ideas de éste texto están parafraseadas de la obra «Ciencia del hombre y tradición, “El nuevo espíritu antropológico”», Barcelona, Paidós, 1999, pp.259-282. Del antropólogo Gilbert Durand. Así como los entrecomillados y la cita. Para profundizar en esta temática remitimos a esta obra.

2Los términos entre comillas son de G. Durand, p. 262.

3Op. Cit. 279.

4Con el término saber nos limitaremos a referirnos al saber humanístico y el técnico-científico, aún a sabiendas de que con esta denominación tan dualista caemos en un reduccionismo de los saberes humanos. Pero desarrollar de un modo adecuado la historia de los saberes, sus momentos, sus porqués y sus papeles excedería el objeto y la extensión de este texto.

5Una vez más debido al objeto de este texto usaremos éste término sin hacer especificaciones sobre las diferentes culturas y el desarrollo de sus saberes. Entenderemos el término humanidad de la forma más amplia y laxa posible.

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