martes, 15 de diciembre de 2009

Todo y nada a la vez
Al mismo tiempo fuí y seré
¿Cuando soy?
No lo sé, ni puedo
Además ni quiero.
¿Cómo no querer saberlo?
Su ondura me aburre.
Te aburre! Me aburre!
Soy?
1
-¿Qué hora es?
- Tarde muy tarde
- ¿Qué nos ha pasado?
- No lo sé, es la primera vez que se hace
- Pero si ayer hicimos lo mismo y salió bien
- No, hoy es distinto, todo ha cambiado
- No lo sabia
- Ya es normal, todo va muy rápido
- Pero ayer...
- Ya estás otra vez! Ha cambiado! Olvídalo!
- ¿El qué?
- Todo
- Pero entonces...
- Si, si, pero es que ha CAMBIADO!
- Ya, ya ha cambiado...
- Ya, ya esque...
- Si, mañana estará hecho

2
- ¿Qué hora es?
- Es tarde muy tarde
- Era para ayer
- ¿Cómo vamos?
- Mal muy mal, todavía no tenemos fecha concreta sobre cuando acabaremos
- ¿Qué hacemos?
- Esto
- ¿Qué es?
- No lo se, un bejota
- ¿Para que sirve?
- Para fixlunizar al termitoque
- ¿Eso qué es?
- Es lo que es
- ¿Para que sirve entonces?
- Ya te lo he dicho
- No entiendo nada
- Pues eres tú el que trabaja aquí




1
- Toc toc
- ¿Quién es?
- Soy tú
-¿Yo?
- No, yo
- ¿Quién eres?
-Tú
- ¿Que quieres?
- Es la hora
- Ah! Llegas tarde
- Si, por tu culpa
- Ya me voy. Adiós
- Adiós

2
- ¿Porqué no llega?
- Es tarde ¿Debería haber llegado?
- ¿Será mi hora?
LO ES
- Así que ya se acabó
SI
- Ni me he enterado
YA
- Todo va tan rápido

3
- Toc toc
- ¿Quién es?
- ¿Yo?
- A tú, pasa
- ¿Es esto el fin?
- Quién sabe

lunes, 21 de septiembre de 2009

Cronos

En el tiempo que corre, vuela, huye… se nos va la vida. Intentamos desesperadamente asirla, cogerla, amarrarla definitivamente a algo (lo que sea) firme e inamovible. Intento fallido de antemano, pues todo lo firme e inamovible siempre se acaba evaporando, el tiempo corrosivo lo devora y al final, como al principio, nada queda. Ni el saber, ni la verdad, ni siquiera Dios pueden resistir su paso, ¿que será entonces del ser humano? Las promesas de nuestro mundo de la ciencia y la técnica que todo lo pueden, no se cumplen, la muerte y la decrepitud siguen siendo las que al final siempre ganan. El tiempo es como la pastilla de jabón, que con cuanta más fuerza intentas sujetarla más fácil, rápido y lejos se escapa. El tiempo en cuanto se intenta controlar, muestra su ser indómito y su celeridad.
En los tiempos modernos con el modo de vida acelerado en el que la sociedad se mueve, la fugacidad del tiempo es todavía más atroz. Siendo el sinsentido al que esto lleva, origen del dolor anímico de nuestro mundo moderno. El vacío existencial que esta vida acelerada promueve se intenta llenar con objetos y actividades más efímeras e insustanciales todavía. Si es cierto que el tiempo se nos escapa, más cierto es aún, que el sentido se ocultó tiempo atrás esperando una época más acogedora.
Por ello es de vital importancia retomar la sabiduría de los tiempos pasados, aquella que en los mitos se relata y que la imaginación muestra aunque ya no se la tenga en cuenta. Ser conscientes de que es el mito el que atempera el tiempo, el que lo hace humano y compañero, no enemigo y gran disolutor. Ser conscientes de cómo se piensa y siente el tiempo, no ver su paso como meramente negativo. ¿Pues qué sería de la vida si el tiempo no transcurriese? ¿Dónde hallar el sentido si todo es eterno? ¿No es acaso la vida, el devenir mismo que nos permite vivir el minuto siguiente como el último?
Es el pensamiento mítico quien coimplica los contrarios; el tiempo y el hombre. El saber científico y técnico mejora la vida, pero ni la salva ni le da sentido. Sólo un pensamiento cósmico, aquel que dé orden de sentido a la existencia, permite llevar a cabo una vida plena en cuánto pasajera. Asumir la condición existencial humana es el modo de encontrar el sentido, no se trata de una asunción pasiva o inactiva, sino implicativa.
Comprender la inevitabilidad del final y hallar en ello el sentido. Se trata de olfatear el sendero vital que permite la trascendencia, no como promesa de una vida mejor tras la muerte, sino como el humus que hará de la vida terrenal un campo floreciente. Se trata de aprehender que esta vida puede ser un campo de flores, pero sin olvidar que las malas hierbas no son “malas” sino necesarias.

Nuevas necesidades, Viejas carencias


NUEVAS NECESIDADES

VIEJAS CARENCIAS1

Vivimos una época convulsa, grandes cambios se están dando en un mundo cada vez más complejo. Se trata de un tiempo en el que numerosas crisis se están agudizando, ya que los excesos de acciones pasadas, y presentes, empiezan a desequilibrar nuestro modo de vivir.

Aunque en los medios de comunicación se limiten casi únicamente a hablar de la crisis del sistema financiero, la verdad es que son muchas “Las Crisis” que vivimos. Pero estas crisis tienen todas de un mismo origen, mucho más profundo de lo que se considera a nivel mediático. Este fondo común no es otro que el modelo de humanidad que tenemos, es decir, el modelo de vida y de desarrollo humano al que apuntamos. Dicho patrón se muestra insostenible, tal y como los problemas que ahora se agudizan nos muestran.

Occidente ha impuesto guerras de exterminio, la explotación tecnológica de los recursos naturales y el trabajo forzoso del ser humano al resto de las civilizaciones, a las cuales hemos mal denominado “tercer mundo”. El éxito materialista de Occidente ha sido impuesto al resto de las culturas, las cuales han de ser rápidamente traídas al mundo, teóricamente, “primero” y “civilizado”. Todo esto se ha llevado a cabo a través de la deshumanización de los saberes, ya que se limitan a problemas de «rendimiento», «rentabilidad», «producción», «consumo», «técnicas de gestión» o «publicidad». El conocimiento humano ha provocado que el sujeto quede «disuelto»2 en el saber, ya que el conocimiento ha sido concebido como medio y como fin. Es por esto que la civilización ha dejado de preocuparse por las personas para hacerlo sólo por el desarrollo. En este modelo de desarrollo es donde se origina lo que hoy día estamos padeciendo, éste es el origen y modelo de las crisis que hoy se patentizan. Tal y como Gilbert Durand mismo afirma:


El «moderno», el orgulloso mundo moderno, no habrá sido más que un pliegue en la superficie de la humanidad, y un pliegue que se desvanecerá bajo pena de muerte de la especie, porque ha realizado las condiciones de la muerte de la especie”3.


Pero no hay que ser extremadamente alarmistas, ya que las crisis si se aprovechan pueden ser origen de cambios positivos y nuevas oportunidades. Y a pesar de que, como hemos dicho, las crisis no son nuevas hay algo novedoso: la creciente voluntad de cambio de las sociedades. Se trata de un voluntad global de las personas que buscan un cambio, y para que ese deseo se lleve a cabo es también necesario un cambio en el saber humano tal y como apunta Gilbert Durand.

En este sentido hemos de constatar, tal y como la historia lo demuestra, que el peso de cada saber4 ha sido muy distinto según los momentos históricos. La humanidad5 ha valorado más unos conocimientos que otros según la época histórica, pero en nuestra época disponemos de las condiciones adecuadas para que aprehendamos a valorar todo el conocimiento por igual. Es el momento de ser conscientes de que el saber es plural y de que todos sus aspectos tienen el mismo peso y valor, que sólo todos trabajando en conjunto pueden ser la base y el camino del cambio que ésta época reclama. Por ello hay que reequilibrar la balanza y lograr que lo común y generalmente conocido como ciencias y como humanidades vayan de la mano, es decir, que tengan el mismo peso y valor. Para que así ese deseo de cambio que las sociedades reclaman se lleve a cabo, siempre a través del trabajo conjunto de todos los saberes y personas. Sólo de este modo todo el mundo podrá aportar, por el bien común, lo que sabe.

Es de vital importancia, en este momento en el que lo problemas antes latentes se han hecho patentes, valorar la utilidad de los saberes con otras miras, ya que sólo en la medida en que lo hagamos conseguiremos dar respuestas satisfactorias a los problemas que nos acucian.

1La gran parte de la ideas de éste texto están parafraseadas de la obra «Ciencia del hombre y tradición, “El nuevo espíritu antropológico”», Barcelona, Paidós, 1999, pp.259-282. Del antropólogo Gilbert Durand. Así como los entrecomillados y la cita. Para profundizar en esta temática remitimos a esta obra.

2Los términos entre comillas son de G. Durand, p. 262.

3Op. Cit. 279.

4Con el término saber nos limitaremos a referirnos al saber humanístico y el técnico-científico, aún a sabiendas de que con esta denominación tan dualista caemos en un reduccionismo de los saberes humanos. Pero desarrollar de un modo adecuado la historia de los saberes, sus momentos, sus porqués y sus papeles excedería el objeto y la extensión de este texto.

5Una vez más debido al objeto de este texto usaremos éste término sin hacer especificaciones sobre las diferentes culturas y el desarrollo de sus saberes. Entenderemos el término humanidad de la forma más amplia y laxa posible.

viernes, 3 de julio de 2009

La cuestión

Hay sentido?
Se puede hayar el sentido?
Merece la pena la búsqueda?
Qué es el sentido?
Hay uno?
Hay muchos?
Hay indefinidos?
Hay?
No hay?

Sentido incluso del sinsentido

La intención de este Blog no es más que situar la cuestión del sentido dentro del panorama general de los problemas de esta sociedad occidental nuestra. La necesidad de recuperar la pregunta por el sentido, en un modo de vida en el que la facticidad impera ya que es quien ofrece las respuestas más directas y útiles para nuestra vida. No hay la pregunta por el sentido, o mejor, los sentidos ya que cada uno encontraremos uno si lo buscamos.
Este Blog no dará respuestas, sino planteara las preguntas que a su autor le surgen. No pretende ser ninguna guia, ni ejemplo ni nada parecido. La intención es simple generar un lugar en el que la cuestión del sentido sea el eje de la reflexión.